El deporte tiene el poder de inspirar. Tiene el poder de unir a la gente como pocas cosas lo tienen. El deporte puede crear esperanza donde alguna vez hubo solo desesperanza. Es más poderoso que el gobierno para romper barreras raciales. – Nelson Mandela –.
Ya han pasado 25 años desde aquel discurso de Nelson Mandela en la ceremonia de los Premios Laureus en el año 2000, pero el poder del deporte solo ha ido en aumento. Sigue impactando vidas, comunidades y hasta países enteros. Está tan entrelazado en nuestra sociedad como lo es la música y la religión.

El deporte es un idioma universal y tiene un impacto como pocas cosas en este mundo. Es por eso que es una herramienta y un campo inmejorable al alcance de la iglesia. Por años, la iglesia y el deporte vienen luchando por los fines de semana, ya que ambos tienen sus actividades principales en esos días. Es por eso que se ha generado una brecha cada vez mayor entre ambos haciendo difícil el imaginarnos un trabajo en conjunto entre los dos. Sin embargo, la buena noticia es que sí es posible, y que ambos pueden estar al servicio del otro: La iglesia para el deporte y el deporte para la iglesia. A continuación veremos 2 formas de cómo esto es posible:
El deporte como herramienta evangelística o misionera.
La iglesia tiene las buenas noticias de Jesús, y busca llevar este evangelio a las personas a su alrededor. El deporte puede ser un vehículo ideal, ya que es un convocador por excelencia. No es necesario una gran volanteada para invitar a la comunidad para un torneo barrial. La información se esparce de manera veloz. Eso puede aprovechar la iglesia, organizando actividades deportivas en la plaza y cerrar con un mensaje evangelístico. También puede abrir una escuela deportiva invitando a niños y jóvenes a los entrenamientos, enseñando a la par de lo deportivo valores y principios bíblicos. El simple hecho de que un cristiano vaya y comparta con amigos y vecinos en una cancha genera la caída de barreras y se forman relaciones abiertas a escuchar el evangelio. Son solo algunas ideas de cómo utilizar el deporte como herramienta. Importante es que tenga un enfoque comunitario, para que sea una herramienta evangelística o misionera. Es decir, el deporte debe ser un medio por el cual el evangelio llega a las personas que aún no lo tienen.
El deporte como campo misionero
El mundo deportivo es un mundo único y al igual que cualquiera de los “mundos”, este también necesita urgentemente el evangelio. Tenemos a misioneros que se preparan para ir al mundo musulmán, budista u otros destinos inalcanzados por el evangelio, pero pocos que se adentran como enviados al mundo deportivo. Sin embargo, el mundo deportivo es un campo misionero prácticamente inalcanzado, debido a la escasez de cristianos comprometidos a mostrar el amor de Jesús a atletas y profesionales que desesperadamente lo necesitan. Nunca la fama y el dinero podrá reemplazar el amor genuino de Cristo y de sus seguidores. Sea atleta, entrenador, médico, fisioterapeuta o incluso utilero, cualquier profesión o puesto es bueno para extender el evangelio a su alrededor. También puede la iglesia apadrinar el club local enviando a capellanes o consejeros psicólogos a servir al club y sus funcionarios. Importante es ver a los deportistas, no como instrumentos para conseguir remeras o entradas, sino a personas a los que podemos amar y servir genuinamente.